La explotación laboral infantil
La UNICEF considera el trabajo infantil en condiciones de explotación «el que presenta alguna de las siguientes características: trabajo a tiempo completo a edad demasiado temprana; horario laboral prolongado; trabajo que producen inadecuadas tensiones físicas, sociales o sicológicas; trabajo y vida en la calle en malas condiciones; remuneración insuficiente; excesiva responsabilidad; trabajo que obstaculiza la escolarización; trabajo que socavan la dignidad y autoestima, como la esclavitud, el trabajo servil o la explotación sexual; y, en definitiva, trabajo que perjudica el pleno desarrollo social y psicológico. (UNICEF, 1997).
Por lo tanto, la explotación laboral infantil tiene diferentes modalidades, que pueden agruparse en siete tipos principales de trabajo: doméstico; servil o forzoso; de explotación sexual con fines comerciales; industrial y en plantaciones agrícolas; en la calle; para la familia; y de las niñas. Los niños son a veces preferidos por resultar más dóciles, rápidos, ágiles y baratos que los adultos. Pero suelen tener más riesgos de sufrir accidentes, debido a la inseguridad de sus condiciones laborales, su inexperiencia, la fatiga, o a que los lugares de trabajo están diseñados para los adultos.
El trabajo infantil ha existido siempre a lo largo de la historia, sobre todo como apoyo a la familia en las labores domésticas o agropecuarias. Pero la naturaleza de este trabajo varió en muchos países con la industrialización, que supuso la salida de los niños [de] sus casas para ser empleados en los talleres como mano de obra barata. En la actualidad, el trabajo infantil viene causado por la pobreza, las carencias en servicios sociales básicos y, en algunos casos, el peso de la tradición. La inmensa mayoría de los niños trabajadores viven en países del tercer mundo».
(Eizagirre , M.,
Diccionario de Acción Humanitaria y Cooperación al Desarrollo, Icaria y Hegoa, Universidad del País Vasco, 2005-2006, consultado el 07-01-2011)